El jueves pasado el ministro del Interior dio cumplimiento a una promesa de la Presidenta Michelle Bachelet: crear una Mesa de diálogo para abordar los problemas de La Araucanía, la integración, la violencia y el desarrollo económico. La mesa contará con la participación del Ejecutivo, comunidades mapuche, la iglesia y miembros del sector privado.
Sin embargo, en menos de 24 horas dos organizaciones mapuche se restaron: el alcalde Juan Carlos Reinao y Presidente de la Asociación de Alcaldes Mapuche dijo que no existen garantías mínimas, ya que si los acuerdos no son vinculantes, no tiene sentido el siquiera pensar en conversar. Richard Caifal, de Enama, dijo que no participarían debido a la presencia del intendente Andrés Jouannet, quien hace sólo unas semanas había dicho que desconocía las demandas territoriales mapuche. Tampoco fueron invitados a integrar la mesa los consejeros de Conadi, ningún Longko ni machi, ni los otros líderes políticos mapuche.
El lunes reciente los parlamentarios de La Araucanía, oficialistas y de oposición, conformaron una bancada regionalista para presentar sus propuestas a la Presidenta Michelle Bachelet, quien los recibió en La Moneda y dejó al ministro de Interior como interlocutor de dicha bancada. El diputado José Manuel Edwards criticó la posibilidad de que la CAM sea incluida en la mesa, dijo que no puede ni siquiera discutirse, ya que a su juicio son grupos subversivos y deben ir a la cárcel, no ir a la mesa a opinar. Marcelo Zirotti de la SOFO también se niega a la participación de la CAM, porque a su juicio han sido grandes propiciadores del terrorismo. Por otro lado, Alejo Apraiz de la Asociación de Víctimas de Violencia Rural y el diputado Germán Becker señalaron que no se opondrían a la participación de la CAM si bajan las armas.
Gremios y representantes de los agricultores, compartieron la moción de los parlamentarios de La Araucanía para que el ministro del Interior asuma el liderazgo de la mesa de diálogo, ya que para ellos el intendente no asegura la real decisión del gobierno, y se necesita una autoridad cercana a la Presidenta.
El diputado René Saffirio agregó que “el Comité Político de Ministros debe ser participe de todas las sesiones, si no es más de lo mismo, crear la sensación de estar haciendo algo importante, sin serlo”.
Así, en menos de una semana el gran anuncio del gobierno, una nueva mesa de diálogo, perdió toda legitimidad, lamentablemente no es la primera vez que ocurre algo así.Desde el Acuerdo de Nueva Imperial de 1989 los distintos gobiernos han promovido distintas mesas de diálogo, y casi todas han adolecido de los mismos vicios de origen que terminan mermándole legitimidad: son cortoplacistas, unilaterales y verticales.
Seamos realistas. Por más que el gobierno lo repita, es muy difícil que esta mesa de diálogo tenga resultados positivos. Existe un grupo que ha validado la violencia indiscriminada, Weichan Auka Mapu; los otrora vociferantes militantes indígenas fueron coaptados en cargos estatales de mediana relevancia, algunos líderes están más preocupados de reclamarle al Estado que haga esto o lo otro, y los otros están dispersos tratando de hacer cosas solos; ciertos agricultores que tienen tierras en disputa utilizan a los gremios para negar y criminalizar las demandas territoriales mapuche; para muchas empresas la legislación indígena es un mero check list o las relaciones con comunidades un trabajo para sus lobistas; los parlamentarios están preocupados de su próxima elección; el gobierno no tiene una agenda pública indígena, y desde el primer día ha improvisado. Mientras el Estado no deje de militarizar las comunidades indígenas, mientras los mapuche no condenemos el actuar de los grupos violentos sean mapuche o no, es utópico creer que alcanzaremos la paz.
La suerte de esta mesa de diálogo es la crónica de una muerte anunciada, no están las condiciones, el interés ni la voluntad de alcanzar acuerdos.
Pero no se equivoquen, el diálogo es la única forma de salir de este conflicto. En el pasado se utilizaban los Koyang o Parlamentos para establecer relaciones de convivencia en paz. Famosos son el Parlamento de Quilín de 1641 y el de Negrete de 1726, en donde se reconocía la libertad del pueblo mapuche y se establecía como frontera el río Bío Bío. También el Tratado de Tapihue de 1825, firmado con la naciente República de Chile, en el cual el pueblo mapuche y el chileno se trataban de pueblos hermanos.
Según los historiadores, al pie de un canelo se hacía un hoyo y se enterraban los instrumentos de la guerra de una parte y la otra. Los indígenas quebraban sus flechas y los españoles partían pedazos de cuerda, y con la pólvora y las balas lo enterraban todo en conjunto, para dar a entender que quedaban enterradas las enemistades con los instrumentos de guerra.
Debemos revivir la lógica de los koyang, dialogar de igual a igual, de buena fe y con miras a alcanzar cumplir lo pactado, debemos enterrar nuestros rencores, empatizar con los demás, buscar una paz para todos y no sólo para algunos. Somos conscientes de que esto no se logrará de un día para otro, mucho menos en 6 meses como dice el gobierno.
Debemos construir una región moderna en donde las culturas, las religiones y las tradiciones diferentes puedan coexistir en paz gracias a la cultura de la libertad; una sociedad en donde las diferencias culturales sean un valor y no una amenaza. Debemos convertir nuestros muros en puentes que podamos cruzar libremente, sin discriminación ni más obstáculos que nuestra soberana voluntad.
De nosotros depende construir para el año 2030 una Araucanía más libre, más próspera y en paz.
Fuente: Voces La Tercera